
Su actual hogar es el Zoológico Municipal de Huancayo, a donde llegó luego de que sus “dueños” se cansaron de tenerlo como atractivo principal en un circo en donde el maltrato y la violencia eran su pan de cada día.
“Los ojos de Pepelucho ya no tienen el brillo de antes y sus rugidos son ahora bramidos de dolor. Desde hace dos años permanece postrado en su jaula luego de sufrir un daño irreversible en la médula espinal, que ha terminado por paralizar sus patas posteriores; esto le hace perder el control de su vejiga y sus intestinos. A la altura del último disco de la vértebra tiene, además, una herida abierta que no cicatriza y que le genera un agudo dolor, lo mismo en la cola, donde tiene también una avanzada infección.”
Las heridas de Pepelucho fueron hechas por un domador que lo golpeaba y obligaba a hacer malabares y piruetas para entretener al público. Nació como el rey de la selva pero tuvo la mala suerte de toparse con el rey de la cagada, el ser humano.
El drama de Pepelucho sólo puede terminar con la eutanasia, pero “las autoridades de la municipalidad de Huancayo aducen que primero se debe seguir un trámite administrativo —no se sabe cuánto duraría—, lo que ha despertado la indignación generalizada". Hace unos días un numeroso grupo de personas hizo una vigilia en el frontis de la catedral huancaína y exigió acabar con su sufrimiento.
Sin embargo Inrena (Instituto Nacional de Recursos Naturales), a quien la municipalidad solicitó la autorización para practicarle una muerte compasiva, dijo que se trata de un caso muy atípico y remitió el informe a la alta dirección de Lima. Han pasado dos meses y no hay respuesta.
Pobre Pepelucho. Desde esta jaula, prisión mental de un hombre actual y no la de un león, demandamos que esos trámites burocráticos acaben de una vez con su agónico dolor. Y que cese el maltrato animal.
Fuente: El Comercio.
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