miércoles, 27 de mayo de 2009

Encuentro en París

La conocí mientras lloraba sentada y sin consuelo en uno de esos típicos e incómodos asientos de aeropuerto. Cuando la vi llegar desesperada, su avión ya estaba despegando. Quiso entrar, reclamó, pero fue en vano. Era una mañana fría en París. Hola, le dije.
La tristeza que expresaba su rostro hizo que me acercara a ella y le preguntase su nombre. Ángela Sofía, me respondió entre lágrimas. Yo soy Enrique, le dije. Me esbozó una sonrisa y me senté a su lado. Te ha dejado el avión, ¿no? A nosotros también, le conté al tiempo que señalaba a Cecilia que yacía sentada en un rincón junto a las maletas. Se calmó un poco, sintió algo de compañía, y me preguntó de dónde éramos.
Puede que parezca el principio de uno de esos chistes con personajes internacionales: “Había una vez una argentina, una chilena y un peruano...” Pero no, era la realidad: estábamos una argentina, una chilena y un peruano juntos en un aeropuerto porque nos había dejado el mismo avión y teníamos que esperar doce horas para regresar a Barcelona. Y ninguno tenía ni los ánimos ni el dinero suficiente para volver al centro de París y darse unas vueltas más.
Luego de presentarnos, pagar la multa por tardones y consolarnos triplemente, esperamos a que aclare un poco aquel cielo invernal, tan parecido al de Lima, para salir por los alrededores y caminar y estirarnos y respirar. Cecilia, como buena argentina canchera, propuso hacer un pequeño camping en uno de los jardines de ese pequeño, desolado y apartado aeropuerto de la ciudad de Beauvais. Lo hicimos apenas el sol asomó sus narices. No teníamos ni empanadas ni dulces ni un mate que ofrecer, pero sí mucho de qué hablar y reír.
Nuestra nueva amiga chilena era actriz y había estado en París saboreando interesantes experiencias teatrales. Había quedado tan encantada de su viaje que esa mañana olvidó la hora de salida del bus que la llevaría hasta el aeropuerto y tuvo que tomar un taxi que le costó tanto como el boleto a Barcelona. Pero ni así llegó a tiempo.
Cecilia, periodista platense, era mi compañera de expedición y de estudios. Habíamos viajado a la ciudad luminosa aprovechando unos días libres y la recorrimos y quisimos como aquellos latinoamericanos que la hicieron suya en los años sesenta. En nuestros paseos era inevitable no toparse con los escenarios parisinos de Rayuela o imaginar a Vallejo vaticinando su muerte en un París con aguacero.
Ambas, Ángela Sofía y Cecilia, eran dueñas de un verbo florido, una atractiva vida y cultura y un carisma que las hacía especiales. La espera junto a ellas era como un paseo entretenido que puso en segundo plano a las horas que faltaban para nuestro vuelo e hizo que olvidáramos el hambre que sentíamos, aunque no por mucho tiempo.
Al cabo de varias horas de charla en las que además la actriz y la periodista cantaron varias de Charly mientras yo les acompañaba con algún instrumento imaginario, les propuse comprar algo de comer. Dónde, era la pregunta. Y con qué, la del millón de euros. Nada por aquí, nada por allá. Pero son estos momentos en los que uno agradece a los dioses la existencia de las tarjetas de crédito. Merci beaucoup des dieux aimés!
Por sorteo y por ser el único caballero de fina estampa presente, tuve que caminar más de un kilómetro hasta llegar a un Burger King. En aquella carretera provinciana de Beauvais no había combis ni micros ni colectivos, sólo unos buses reprogramados con inviolables paraderos de salida y de llegada que no se detenían por nada del mundo.
Pero no importaba, ahora sí tendríamos nuestro camping, con hamburguesas y gaseosas, sol y campo verde. Y mucha risa y mucho compartir que mis chicas agradecerían tanto como yo. Tanto como ahora agradezco que ese avión nos haya dejado, porque ese fue el inicio de una perdurable y casi bendita amistad con Ángela Sofía, y el afianzamiento del cariño y el sempiterno afecto hacia Cecilia.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado EL, leerte en esta historia real y el estilo en que lo describes, es absolutamente encantador y hasta me imaginé "verlos" a los tres tan involucrados en su charla y amistad. Te quedó magnífica!. ;o)
MSL

La Maga dijo...

Linda anécdota, señor León.

Sandrine dijo...

Oh, París... no puedo irme de este plano sin ir a visitar a Julio....


besos

cecilia, la canchera dijo...

Gracias por decir de mi que tengo el verbo florido, es una de las cosas más bellas que me han dicho públicamente. Gracias por ser mi amigo y por expresarlo de forma tan amena.
Acabo de buscar en el diccionario el significado de sempiterno y he descubierto que tengo tu afecto siempre y eterno: qué decirte... que no sepas...

cristina dijo...

Holaaaa!!! Soy la mamá de Ceci. Obviamente comparto con vos la opinión sobre ella y... yo también los seguí en todo el recorrido!!!
Me encantó!!
Chauuuuu

jorgehue dijo...

qué hermoso... imagino a Cecilia y los imagino a ustedes... y también a Paris, descifrable por Rayuela
Te dejo un abrazo
jorge (de La Plata)

Unknown dijo...

Y mientras escucho la ruta del temtempie de Charly te escribo mi angelito, gracias por reconstruir esta vivencia con tanta certeza y poesía... La verdad que yo también agradesco haber perdido ese avión, la vida me regalo muchas cosas a través de tí, tú lo sabes bien, y por eso te bautice como mi angelito de la guarda... la verdad que la perdida de ese avión se convirtio en un amable tentempie en nuestra larga ruta, te quiero mucho y espero que volemos otra vez! Un abrazote

la amiga de la canchera dijo...

Recuerdo esa historia. Gracias por hacerla compartirla con esa multiplicidad de imágenes, risas y miradas. Gracias por retratar a la Ceci que tanto quiero y de la que tanto escuché su verbo florido. Ah!! ya gracias por no dejarlas "morir de hambre", hombre de fina... estampa.

Anónimo dijo...

guau León, me encantooo!!!!

La Maga dijo...

Hola, soy compatriota tuya y me encuentro ahora en España. Me siento identificada con tu relato, pues en diciembre conocí el fascinante Paris, estuve en el mismo aeropuerto que tú, y el azar o el destino, hicieron q conozca un chico madrileño allí en el aeropuerto también, bonito escenario para el comienzo de nuestra historia...