Es normal que un artista arroje cosas a su público en un concierto. Desde la toalla mugrienta con la que se limpió el sudor y los mocos, hasta la chalina que cubría su cuello, la camiseta transpirada, y las uñas o baquetas con las que los músicos tocan su instrumento. De todo como en feria.
Pero sólo a alguien como al empalagoso de Enrique Iglesias pudo ocurrírsele tirar la estatuilla que le entregaron en Viña del Mar. Las puntiagudas alas de la gaviota de plata fueron prácticamente un arma letal que hirió a dos fans enamoradas y excitó a la Bolocco. Han pasado nueve años desde entonces y al célebre hecho se le conoce como “el gaviotazo”.
El jueves pasado fui al concierto de Oasis. Y a Liam Gallagher no se le ocurrió mejor cosa que arrojar a la gente dos panderetas: una a mitad del show y la otra al final. La primera que lanzó asustó a todos al punto que nadie saltó a atraparla, sino que cayó al suelo y recién allí recibió el peso de varios fans. Sabe dios quién se la llevó. Pero la segunda, según me narraron mis contactos, fue atrapada por al menos diez mortales a la vez.
Los jalones y empujones no esperaron. Algunos de ellos la soltaron casi de inmediato porque se cortaron con los platillos metálicos y filudos. La pandereta pudo cortar cabezas también. Había un poco de sangre. Quedaron cinco. Todos se miraron mal y pidieron ayuda a sus grupos de amigos. Cinco también. Parecía aproximarse una gran bronca. Se insultaron, pero casi nada. La convivencia iba a ser larga. Apretaron más las manos, se entreveraron, hicieron una finta y luego empezaron a negociar.
Al final no sé en qué terminó el asunto porque el tumulto alejó a mis fuentes. Al parecer pocos lo saben, entre ellos el blog conciertosmarketperu que colgó un par de fotos del hecho: una de las caras de los cinco manganzones y otra de sus manitos y brazos unidos en el dichoso instrumento, que aquí la tienen. Alucinen.
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2 comentarios:
yo estuve ahí
cualquiera diría que estuviste cerca... psss
raggs
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