miércoles, 4 de junio de 2008

La carta de Gioia (II)

(Este post es la continuación del anterior.)

Ayer tuve visita. Hace mucho que no la tenía, salvo las del panadero por las mañanas y las de Martita, una joven que dice no descansará hasta tenerme en su templo cristiano escuchando a su pastor. Bien sabes que a duras penas soporto al padre Felipe algunos domingos. Martita viene los martes y me entretengo oyéndola hablar y hablar sobre la salvación eterna. Otra vez me fui por las ramas –debes estar tronando. Te decía que recibí visita: tu tío Polo recordó que tiene una hermana mayor que aún vive y que alguna vez le cambió los pañales mientras su madre trabajaba. Con el correr de los años, hija, una comprende plenamente el profundo significado y la verdadera dimensión de palabras como olvido, soledad y tristeza.
Hoy también saqué los siete álbumes de fotos del armario. Y otra vez me sumergí en el pasado. En nuestro pasado. Aún los jóvenes como tú y tus amigos y los viejos como yo vivimos de él, aunque pregonemos lo contrario. En el fondo todos sabemos que un hombre sin pasado es un hombre sin vida. Nuevamente las inoportunas ramas. Me conoces querida, es algo inevitable ya. Te decía que revisaba los álbumes de la familia: cientos de fotos, cada una con un tiempo y una historia propia, cada una con un instante preso en la eternidad. Hallé las fotos del día en que llegaste a esta casa, en el 75, tres días después de nacida, en pleno invierno. También las de tus primeros pasos de la mano de papá, y las de tus cumpleaños. Qué blanca y qué gordita eras hijita. Cuánto habrás cambiado. Tu tía abuela Lucia, que en paz descanse, decía que eras idéntica a su madre, de la que me contaron que cierta vez se fugó con otro hombre al poco tiempo de nacida tu abuela. Me parece oírte: ¿Hasta cuándo serás tan chismosa? –me decías cada vez que compartía contigo algún secreto familiar o sencillamente cuando preguntaba a dónde ibas por las noches. Estoy segura que sigues pensando igual de mí.
He comprobado, hija, que al llegar a cierta edad aquellas imágenes de la infancia que por años estuvieron escondidas en los laberintos de la memoria, saltan con suma facilidad sobre el presente. Digo esto porque en estos últimos meses mi lejana infancia no deja de visitarme durante mi largo día. Y aunque me acompaña y me abraza tiernamente, muchas veces la soledad se encarga de despertarme y recordarme que me tiene entre sus brazos.
Hace un tiempo leí a un psicólogo en un diario que decía que hay que reírnos de las cosas tristes. Lo intenté. Lo intento cada día, cada hora, pero me es imposible. Sin embargo, recuerdo cuando lloraba de pura contenta cada vez que me decías te quiero, cuando eras pequeña. Qué ironía, ¿verdad?, extraño esas lágrimas.
Nunca antes te escribí algo, hija. Y no sé si estas líneas serán las primeras de otras que vendrán o las últimas de tantas que jamás fueron escritas. La certeza de un por qué lo estoy haciendo no existe. Pero creo que es un impulso inconsciente. Totalmente. Me pregunto si la presencia de la muerte en mis últimos pensamientos tendrá algo que ver en ello. Tal vez. Es que, aunque suene reiterativo, el peso de los años sobre la espalda hace que día a día nos acerquemos más hacia la tierra y que aceptemos, serenamente, el hecho de haberla tenido a nuestro lado, desde el día en que nacimos.
Querida mía, durante mucho tiempo tu habitación recibió mis lágrimas; y los pasillos vacíos de esta casa vacía y la cocina, los muebles, mi almohada, mi habitación. Todos tuvieron su turno. Hoy no fue la excepción. Todo fue igual que ayer también, salvo por un pequeño detalle: hoy, aparte de los muebles, la cocina, tu habitación, hubo algo más que acogió mi húmedo recuerdo con dulzura. Si alguna vez tienes esta pequeña carta entre tus manos, hija, tendrás contigo ese algo que las abrazó hoy.
Un beso, pequeña.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

guau
voy a llorar
quién es gioia?
july

Anónimo dijo...

de verdad que hacia demasiado tiempo que no leía algo con un contenido con tanto sentimiento, parece escrito con la mano de tu corazón, porque te llega a donde muy pocas coas que dan felicidad o tristeza te llegan, llegue a este post buscando la letra de una canción llamada Alegria del Cirque du Soleil y ahora la estoy escuchando mientras leo la carta, y de verdad que me conmovio, no se si sera una historia real pero de verdad es digna de los mejores elogios, 20 puntos para Gioia o un A++

Carlos
Maracaibo - Venezuela