martes, 3 de junio de 2008

La carta de Gioia

He recibido un mail de una tal Gioia. (Sé que el nombre significa “alegría” porque tuve una amiga italiana llamada así.) Me dice cosas simpáticas acerca de mi blog y me pide que le publique una carta. No sé quién es Gioia ni de dónde es ni si es hombre o mujer o si existe realmente o es una fantasía de alguna mente extraña. No sé. Y tampoco quiero saberlo. Pero igual publicaré su escrito por razones que prefiero dejar en reserva. Aquí está la primera de dos partes:

Querida mía:
Como todos los días hoy me siento sobre tu cama y miro una vez más tus paredes repletas de fotos y afiches. Recuerdo que te encantaba comprarlos nuevos para cortarlos y recién pegarlos sobre otros. Está de moda –decías. Algo parecido le sucedía a los pantalones que te comprabas. Los traías del centro comercial e iniciabas la transformación: un hueco en la pierna derecha, varios cortes en la izquierda y flecos para arriba y para abajo. Cómo discutíamos luego, ¿verdad pequeña? Perdona lo de pequeña, olvidé que detestabas que te llamara así.
Hoy, no sé porqué, no me acerco a tus muñecas. Tal vez sea mi inconsciente autodefensa del que tanto renegabas cuando te encontrabas triste y yo sólo decía que descanses. Sí, tal vez sea ello. Quizás evitaba el sufrimiento y huía del abrazo de la tristeza. Sin embargo, desde el día en que volaste a otros cielos, aunque te parezca extraño, hija, no hay un sólo día en que mi rostro no quede húmedo luego de recordarte. Sé que ellas, tus muñecas, te extrañan tanto como yo y como tu padre, aunque él, seguramente, debe estar a tu lado. Tal vez recuerdes sus últimas palabras: “Jamás me separaré de ti, preciosa” –te dijo. Tú sólo te arrojaste a su cuello y te sujetaste de él sin parar de llorar. Apenas bordeabas los siete años y ya la muerte te había golpeado. ¿Recuerdas su sonrisa? No creo que la hayas olvidado. Ni a su ralo bigote ni a sus grandes manos con las que solía sujetarte para jugar al avión o, sencillamente, para acercarte a sus labios y cubrirte de besos. Cuánto te amaba.
También hoy corté flores del jardín para el jarrón azul de tu velador. Claveles rojos, como siempre. Este día he pasado más horas en tu habitación que en la cocina. ¿Recuerdas cómo te enojaba verme con el delantal puesto, picando tomates o lavando verduras? Te morías de rabia y me decías gritando que las mamás de tus amigas no son unas amas de casa como yo. No sabes cómo rogaba y luchaba por no llorar: no quería que te sintieras mal por mis lágrimas; pero cómo sufría.
Pero hoy no quiero recordarte gritando o despreciándome. Hoy deseo estar contigo en tu habitación, en tu cama acariciando tu almohada, riendo con tus paredes y besando tus muñecas, porque hoy, hija, cumplo otro año más de vida. Seguramente lo olvidaste como los últimos dos años y tampoco llamarás ni mucho menos escribirás porque tal vez tengas asuntos más importantes que ocupen todo tu tiempo. Además, por qué tendrías que acordarte de una vieja que vive al otro lado del océano, a la que siempre rechazaste por haberte traído a este mundo lleno de males, horrible, como le llamabas.

3 comentarios:

Johao dijo...

Lo confieso:
Lagrimas rodaron sobre mis mejillas y recuerdos rozaron por mi mente.

Siempre la muerte nos golpea y nosotros golpeamos a la vida, alejandonos de los que realmente importan.

Anónimo dijo...

he quedado impactada, es triste. ya quiero leer la 2da parte.
july

Anónimo dijo...

Valora los momentos pequeños, las cosas pequeñas, las personas que crees pequeñas. Porque un dia miraras atras y te daras cuenta que esas eran las GRANDES.
Aurea