martes, 27 de mayo de 2008

Érase muchas veces

Érase muchas veces un hombre que regresaba muchas veces porque muchas veces se había ido. Decía que siempre volvía porque algo dejaba y que lo hacía, justamente, con la idea de volver. Nunca decía adiós. Nunca se despedía. Nunca porque nunca, tampoco, tenía de quien hacerlo. Sin embargo regresaba. Siempre. Usaba grandes zapatos para dejar grandes huellas y no perderse entre tanta insignificante pisada. Él siempre volvía. Y tenía agallas para volver tal y como se había ido; porque la gente cree que el que se va y regresa debe venir bañado en plata. Pero él no. Él trabajaba solo para continuar su camino y para cambiarle de vez en cuando la suela a sus zapatos. Y era suficiente. Era feliz. Andaba solamente y muchas veces se topaba con otros caminantes igual de felices y solitarios como Él y les escuchaba y les sonreía y hasta una vez dio un consejo: "hay que caminar", dijo, "siempre hay que caminar... y regresar". Y se iba. Siempre se iba. Pero regresaba, siempre regresaba.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese hombre regresaba tal vez porque sabía que era amado en el lugar de siempre, por la misma gente o por gente nueva. Sentía que queria renovarse cada vez y tal vez por eso regresaba a su fuente, a su origen, sólo por el placer de sentirse otra vez vivo, otra vez él, como para no perder el rumbo, como para no perderse...

Anónimo dijo...

peroooooooooo regresaaaaaa
paaaaaara llenar el vacioooooo
... era zapaton!!!!
marGOD si decias que era aprista
ya sabemos de quien se trata

raggs

Anónimo dijo...

Dice un famoso poema: "caminante no hay camino, se hace camino al andar". Lo distinto de tu texto es que ese caminante siempre vuelve, porque "todos vuelven" y porque es posible "volver la vista atrás".
Gracias
Cármen G.C.